A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas (Conc. Vat. II, GS 37). Por esta razón, nuestra divisa certa bonum certamen fidei -pelea el buen combate de la fe- (1Tim 6, 12) nos urge a sostener, con la gracia de Dios, la lucha espiritual personal y a conquistar las almas, para que Cristo reine no sólo en los individuos sino también en la sociedad.
Tenemos a San Ignacio de Loyola como Maestro de vida espiritual. Él nos enseña a amar y a servir a Jesucristo, “Sumo y verdadero Capitán”; a cultivar sobre todo la humildad y la obediencia; a realizar siempre lo más: lo más perfecto, lo más grande, lo más agradable a los ojos de Dios.