Cuatro caracteres definen el espíritu de estas Consagradas de Miles Christi:
- Servicio de Dios por amor a Cristo.
- Abnegación hasta la locura de la cruz.
- Obediencia pronta y alegre.
- Grande ánimo y liberalidad.
El Ad maiorem Dei Gloriam de San Ignacio las mueve a la virtud de la magnanimidad, “solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados” (San Ignacio de Loyola, Ejercicio Espirituales, 23), a darlo todo por Cristo y a consagrarse enteramente y con entusiasmo a Él y a su Iglesia.
El certa bonum certamen fidei (pelea el buen combate de la fe) de San Pablo (1 Tm 6, 12), las inspira en la lucha ascética personal y en la conquista de las almas para que Cristo reine no sólo en las almas sino también en la sociedad toda.
El espíritu de la vocación de estas Consagradas es verdaderamente apostólico. Las hace olvidadizas de sus propios intereses, para huir del reposo e inspirarles amor sólo por los trabajos que sirven a la santificación del prójimo, en una perpetua empresa a favor de las almas. “Y después que, con la divina inspiración, se hubieran alistado en esta milicia de Cristo, deben estar preparados de día y de noche, ceñida la cintura, para pagar esta deuda tan grande” (San Ignacio de Loyola).
Fieles al espíritu católico, en Miles Christi cultivan los elementos más preciados de la tradición litúrgica de la Iglesia. Se preocupan también por traer el recuerdo incesante de la trascendencia divina, mediante formas nobles y bellas. La solemnidad del culto quiere transparentar el brillo de lo sobrenatural: algo celestial viene a tocar la tierra.